LOS PERSONAJES TÍPICOS. Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander.

ÓSCAR HUMBERTO GÓMEZ GÓMEZ (Fotografía: Nylse Blackburn Moreno).

 

Una de las facetas que mejor retratan a la que fue la Bucaramanga antigua, aquella ciudad apenas en ciernes que poco a poco trataba de sobrepasar en su devenir histórico el pueblo apacible donde el acueducto municipal no eran sino las aguas que brotaban de sus peñas y que, recogidas en barriles, eran llevadas hasta las casas por borricos conducidos por hombres de baja estatura y con evidente retardo mental —por lo que se le llamó más tarde “el acueducto de las tres B”: bobo, barril y burro—, y donde apenas sí se vislumbraban los primeros atisbos de la modernidad con la reciente llegada del primer fogonazo de la luz eléctrica, el asombroso milagro traído desde las tierras del septentrión americano por los hermanos Goelkel y los hermanos Jones, socios prominentes del floreciente Club del Comercio — en el que se había convertido el antiguo Club de Soto, y más atrás en el tiempo el Liceo de Soto—, una de las facetas que mejor la retratan, digo, es la de aquellos hombres y aquellas mujeres, humildes todos y todos con evidentes perturbaciones mentales, que habrían de conocerse como sus “personajes típicos”.

También los hubo en otras ciudades y pueblos de Colombia, como aconteció, pongamos por caso, en la Bogotá de antaño, en esa Bogotá pequeña y también en trance de crecimiento urbano donde la vida transcurría alrededor de la Plaza de Bolívar y donde fueron famosos “Pomponio”, “La loca Margarita”, “El Doctor Goyeneche”, “El Negro Chivas”, “El bobo del tranvía” y “El Artista Colombiano”, o en la vieja Piedecuesta, donde fueron célebres “Las Mensulí”, o en el colonial Girón, donde pasó a la historia “Cieneguero Masón”.

En Bucaramanga fueron famosos no pocos “loquitos” y “bobitos” que fueron literalmente parte del paisaje lugareño y cuya fama ya hubieran deseado las estrellas de aquellos tiempos.

Y la hubiesen deseado inclusive las de hoy en día, pues la fama de estos “personajes típicos” no necesitaba de anuncios publicitarios, ni de entrevistas pagadas por productores adinerados, ni de la habilidad del “manager” de turno, ni de que las radiodifusoras, los periódicos o los canales de televisión —que aún, dicho sea de paso, no llegaba todavía— los entrevistaran o los hicieran aparecer en sus presurosos noticieros, porque les bastaba y les sobraba el medio de comunicación, eficaz, sereno y gratuito, del voz a voz.

Entre los “personajes típicos” de la remota Bucaramanga se destacaron —según nos cuenta el historiador Roberto Harker Valdivieso— “Chocata”, “Pajarito”, “Manana”, “Mezclote”, “Chilacoa”, “Correo aéreo”, “Perdió Alemania”, “Loca Secoloca”, “La Loca Enriqueta”, “El Loco de los Gatos” y “La Cucaracha”. (HARKER VALDIVIESO, Roberto. Y sucedió en Bucaramanga. Biblioteca Santander. Volumen XXXI).

Sin embargo, la lista de Harker se queda corta porque nuestra sola memoria, para no ir tan lejos, recuerda con facilidad a otros como “Mimimota”, “Satélite”, “Manuelito”, y “El doctor Campbell”, aunque de este último hay que aclarar que, en realidad, sí era médico y había ejercido la profesión en la Bucaramanga de entonces antes de entrar en los terrenos irreversibles de la insania y terminar sus días sentado en el andén del costado sur de la calle 35 entre carreras 21 y 22.

El historiador Ernesto Valderrama Benítez, por su parte, rememora a “El Príncipe Celestial”, “Antonina” y “Curí”. (VALDERRAMA BENÍTEZ, Ernesto. Real de Minas de Bucaramanga. Imprenta del Departamento. Bucaramanga, 1932).

No obstante, hay que precisar que no todos nuestros “personajes típicos” eran nativos de estas tierras, pues también los hubo procedentes del extranjero, como el italiano “Don Pepe Patatraca” y el sirio “Don Salvador Salah”, traídos ambos a colación por Valderrama Benítez. (ob. cit.).

Pues bien: de entre todos estos personajes, he querido destacar a uno en particular —que hasta ahora no he mencionado—, porque su recuerdo me trae, indirectamente, el de un poeta y cronista piedecuestano, al que sí alcancé a conocer: el escritor Vicente Arenas Mantilla. Se trata de “El General Farías”.

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4 respuestas a LOS PERSONAJES TÍPICOS. Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander.

  1. Edith Cortés dijo:

    Gracias por recuperar las historias de mis abuelos.

  2. Édgar Chacón Hartmann dijo:

    En mi juventud ya remota, encontré en el almanaque Bristol la poesía El Cieneguero Masón (“Por la calle del volante, entre coches y catabras, canastos, bolsas, platones y burros que cargan agua… ), pero con el paso de los años he olvidado algunas cosas de ella; ¿me podrían ayudar indicándome dónde conseguirla?

    • La piedra filosofal dijo:

      EL CIENEGUERO MASÓN

      Por: Vicente Arenas Mantilla

      Por la calle de “El Volante”,
      entre coches y catabras,
      canastos, bolsas, platones,
      y burros que cargan agua,
      se atraviesa un hombre tuerto,
      alto y de muy buena facha,
      que con su mochila al hombro
      lleva en la mano una caña…

      Con que amenaza a las gentes
      que al verlo pasar le braman,
      como chivo en ocasiones
      y otras veces como cabra,
      para oírlo hablar sandeces
      y dar palo a las ventanas,
      y a los bobos que hay por gruesas
      en este Bucaramanga.

      —¡Desgraciaos y miserables!,
      vayan brámenle a su mama,
      a esa vieja gran ladrona,
      a esa so asquerosa garra,
      o a su taita, ese bandido,
      sinvergüenza y mala traza;
      decía siempre Cieneguero,
      al bramarle como cabra.

      —¡Cieneguero!, gritan todas,
      chinas, viejas y muchachas.
      —Cieneguerito masón,
      que se robó las campanas
      de Girón, y la custodia
      de Salazar de las Palmas…

      Que Dios te parta, guaricha,
      que te vuelvas una llaga,
      chula asquerosa, malvada,
      cuchillo de pelar patas,
      alepruz de los infiernos,
      vejiga, tripón, palchuaca,
      murciélago con capota,
      hollejo, petuste, garra..

      Y alzando su caña en alto,
      prosigue: —¡oh, Dios!, por tu gracia
      descarga un rayo que parta
      medio a medio a estos canallas…

      —¡Virgen de Chiquinquirá!,
      manda una centella, manda,
      para arder a estos mugrosos
      que me atacan por la espalda…

      Y de rodillas al suelo,
      Cieneguero se tiraba,
      con los brazos hacia el cielo
      en delirante plegaria
      de insultos y maldiciones,
      justicia a Cristo clamaba;
      mientras cruzaban los coches
      de Gandur y las catabras
      del mercado, y los arrieros
      con los burritos del agua.

  3. Lina P. de Villamizar dijo:

    Gracias Óscar. Historia hecha de recuerdos y sucesos maravillosos. Pendientes de su próxima entrada.

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