! Por Óscar Humberto Gómez Gómez

OSCAR HBTO

La pluma generosa y exquisita de un Simón Bolívar, de un Marco Fidel Suárez, de un Miguel Antonio Caro, de un José Manuel Marroquín, o de un Alberto Lleras, para no citar sino a algunos de los hombres que han ocupado el solio presidencial de este país, ha sido sustituida en estos tiempos por el twitter de Álvaro Uribe o de Juan Manuel Santos.

Pobre país este que así, so pretexto de ir dejándose llevar por la corriente de los nuevos tiempos y las modas, acabó con la elegancia, la exquisitez y la donosura en el manejo del idioma.

Y, de paso, con la libertad de expresión, reducida hoy a la acelerada, abreviada y fatua redacción de unas especies de pseudotelegramas, de unos textos que finalmente nada dicen, porque cuando apenas comienzan a decir, ya está agotado el espacio.

Por desdicha para la anchurosa lengua de Castilla, el panorama es bien oscuro. La orden que se recibe hoy en todas partes, si se quiere acceder a los medios, en efecto, es la misma: en pocas líneas, comiéndose letras y empleando signos matemáticos u ortográficos en forma inapropiada para que le quepa más dentro del mismo límite, diga rápido lo que tenga por decir, desembuche pronto su tristeza, desintoxique en dos segundos su alma angustiada, formule las preguntas existenciales que haya llevado consigo en el corazón durante años, proteste contra la falta de salud, de educación, de trabajo o de justicia, refiérase al amor, o al odio, o a la discriminación, o a lo que sea, pero rápido, muy rápido, hágalo en forma breve y  a velocidad de pista, pues la modernidad, la tecnología, la vertiginosa rapidez a la que corre todo el mundo, la falta de tiempo en la que vive la gente, no permiten que nadie se ponga en la majadería de ahondar en tema alguno, de leer con paciencia un relato hasta el final, de explorar todas las hipótesis, todas las interpretaciones, todos los análisis. Lo que no quepa en un mensaje de twitter es un ladrillo. Y los ladrillos no le interesan a nadie.

Para su fortuna, y la del idioma castellano, Cervantes vivió en otra época. Si no, le hubiese tocado escribir su obra inmortal más o menos así:

En la Mancha, un hombre alto y flaco de nombre Alonso Quijano volvióse loco por ponerse a leer libros de caballerías. Así que se fue él mismo, disfrazado de caballero y montado en un caballo raquítico llamado Rocinante, a recorrer el mundo. Su ideal era luchar contra la injusticia. Después de algunas aventuras, que debido a la falta de espacio no puedo contarles, en las que estuvo inspirado en su amor ideal a Dulcinea del Toboso y acompañado por un vecino gordo llamado Sancho Panza, quien a lomo de burro sirvióle de escudero, y luego de haberse enfrentado hasta con molinos de viento, murió, ya en su casa, poniéndole fin a su locura“.

Ojalá no lleguemos al extremo de tener que titular las columnas de prensa con signos, como titulamos esta entrada.

¡Gracias por compartirla!
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1 respuesta a ! Por Óscar Humberto Gómez Gómez

  1. Nylse Blackburn dijo:

    Jajajajja magistral !!!!! Y sí, finalmente la tecnología arrasa lentamente con todos. Los que no tienen tiempo de leer a otros, pobrecitos, quién los leerá?

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