Ruido e indisciplina social. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

CARICATURA DE CÉSAR ALMEIDA (KEKAR) PUBLICADA HOY POR EL DIARIO VANGUARDIA LIBERAL DE BUCARAMANGA.

 

Por tratarse de un tema que nos atañe a todos, reproducimos a continuación el informe que publica hoy el periódico bumangués Vanguardia Liberal acerca de uno de los más chocantes problemas que agobian a la sociedad moderna: el del ruido.

Aunque el artículo de prensa, redactado por Euclides Ardila Rueda, se concreta al caso específico de Bucaramanga, lo cierto es que ya no hay país, departamento, estado, provincia, ciudad, pueblo, villorrio, corregimiento, vereda, caserío o condominio donde no se esté dando esta situación, al punto de que consideramos que la lucha contra el ruido (que envuelve temas de capital importancia como el derecho al silencio, el respeto al enfermo o a quien estudia, y la proscripción de todas las formas de eso que nosotros llamamos la patanería social), debe ser abordada por el Estado en el seno de los organismos internacionales y convertirse internamente en cada país en una verdadera política estatal.

El informe no rememora las muertes violentas que, no más en Bucaramanga, este fenómeno ha desencadenado (en el sector de la Ciudadela Real de Minas, por ejemplo, un celador terminó matando a tiros a un residente que se negó a bajarle el estridente volumen a los parlantes de su camioneta cuatro puertas), ni ahonda en las perturbaciones neuropsiquiátricas que está causando en las personas a partir de la irritabilidad que desencadena el no poder conciliar el sueño o concentrarse en el estudio o en el trabajo a consecuencia del ruido, pero principalmente la sensación de impotencia y desamparo que produce el ver que la autoridad no acude de manera oportuna, enérgica y eficaz a imponer el orden perturbado.

Y es que, a propósito de “orden”, se olvida que ese concepto se refiere al “orden público” y que el “orden público” no se circunscribe a la seguridad -como suele creerse- sino que también se extiende a otras nociones como la tranquilidad pública, la salud pública y la moralidad pública, tal y como lo explica el Código Nacional de Policía.

 

 

Los factores causantes de ruido y que están convirtiendo las aglomeraciones urbanas en un infierno tienen que ver, desgraciadamente, con la música.  En nuestro medio, de un tiempo para acá se desencadenó un irrefrenable auge de la música “vallenata” y “norteña”.  Y las ponemos entre comillas, pues no se trata, ni por asomo, de las manifestaciones folclóricas y, por ende, culturales de unos pueblos que nos merecen respeto, sino de la más grosera y altanera expresión de prepotencia, capacidad económica (generalmente mal habida) y vulgaridad de la peor laya.  Una canción “vallenata” reciente se refiere al reclamo continuo que un señor debe hacer a su escandaloso vecino, quien se la pasa el día entero, la noche y la madrugada, oyendo “vallenatos”.  La “solución” que le da la canción al desgraciado reclamante es que venda la casa y se largue del barrio, porque lo que es él -su ruidoso vecino- no piensa dejar de escuchar la música que le gusta, a todo dar, solamente porque a su amargado opositor no le guste.  Esa misma actitud -incivil, desafiante, desconsiderada y vulgar-  se repite a diario, no sólo en Bucaramanga, sino en todas partes, cuando la policía acude y hace el correspondiente llamado de atención, pero no acaba de dar la espalda y retirarse del lugar cuando el bochinchero sujeto que ha motivado su presencia vuelve a subirle el volumen a su equipo de sonido como diciendo: “Al que no le gusta el caldo, se le dan dos tazas”.

 

 

La música, empero, no es el único factor de ruido. También aportan su grano de arena a esta locura colectiva muchas otras violaciones de las más elementales reglas de convivencia, como el auge de las motocicletas de alta cilindrada y sin silenciador, el abuso de la bocina y la instalación de pitos cada vez más estridentes, los anuncios comerciales con altoparlante incluido y una que otra serenata a volumen más propio de un concierto a campo abierto.

 

El siguiente es el informe de prensa publicado hoy:

 

¿Cómo bajarles el volumen a los vecinos ruidosos?

 

En Bucaramanga son frecuentes las quejas de personas que denuncian a vecinos ‘latosos’ que rumbean hasta avanzadas horas de la madrugada en los apartamentos, que mantienen encendidos el equipo de sonido todo el día y que, por ende, promueven escándalos.
En los reportes de denuncias, protocolizadas a las líneas de recepción de la Policía y de la Oficina de Control Sonoro de la Secretaría de Salud y Medio Ambiente de la Alcaldía, se contabiliza una cifra que oscila entre las 110 y las 130 quejas a la semana.

La estadística se queda pequeña si se tiene en cuenta que en los Centros de Conciliación de la ciudad se atienden, a diario, cuatro casos de ruidosos. Estas situaciones acarrean, en más de una ocasión, duros enfrentamientos.

Claro está que las quejas de ciudadanos que dan cuenta de la afectación de la tranquilidad de la gente también están ligadas a las construcciones que no cesan sus obras durante horas de la noche o a los conductores que ostentan el ‘poder del sonido’ de sus automotores.

Los excesos en los usos de los megáfonos, por parte de vendedores informales e incluso de algunos establecimientos comerciales, también inciden en la generación de ruido en los barrios y, de manera especial, en el centro de la capital santandereana.

Según Luis Niño, coordinador del Área de Control Sonoro de la Secretaría de Salud y Medio Ambiente, “hay muchas personas que olvidan que deben cumplir ciertas normas incluidas en el Manual de Convivencia Ciudadana o en el Código de Policía”.

Agregó que, lo peor, es que “quienes promueven la contaminación auditiva ni siquiera tienen en cuenta los derechos de los enfermos, de las personas mayores y, en general, de quienes deben trabajar, dormir o descansar”.

El funcionario fue enfático al afirmar que, los ciudadanos que se consideren afectados por los llamados ‘bulliciosos’ no solo tienen leyes que los amparan sino que, además, les ofrecen herramientas legales para que se puedan defender ante los abusos que cometen ciertos individuos.

De entrada, la gente tiene líneas telefónicas habilitadas en la Alcaldía para reportar cualquier caso que afecte su tranquilidad sonora.

Hablamos del 6337000, extensiones 241 y 242, en donde se recepcionan las quejas de la comunidad. Si lo prefiere puede llamar al siguiente celular: 315 6572682.

 

 

Las calles más ruidosas de Colombia

1 Bogotá: Calle 116 con Cra. 7ª (118 decibeles)
2 Cali: Calle 50 con Cra. 80 (96 decibeles)
3 Medellín: Calle 33 con Cra. 57 (90 decibeles)
4 Pereira: Calle 24 con Av. 30 de agosto (82 decibeles)
5 Cartagena: Calle 32 con Cra. 65 (81 decibeles)
6 Barranquilla: Alrededores del Estadio (80,9 decibeles)
7 Cúcuta: Calle del Comercio (80,7 decibeles)
8 Bucaramanga: Calle 56 con Cra. 33 (80,2 decibeles)
9 Armenia: Calle del Centro (75 decibeles)
10 Valledupar: Cra. 7ª, Vía del Cesar (74 decibeles)

Un caso particular: la calle 105 de Provenza es muy ruidosa

 

 

Los vecinos de Provenza, un barrio adscrito a la Comuna Sur, de manera específica los que viven a lo largo y ancho de la calle 105 con carrera 22, están desesperados con el excesivo ruido que se produce en ese sitio.

¡Y no es para menos!

Sobre esa zona funcionan desde hace varios años negocios nocturnos, tales como: licoreras, tabernas, ventas de comidas rápidas y hasta discotecas camufladas.

El vecindario padece las secuelas que dejan estos lugares: excesivo ruido, invasión del espacio público, riñas callejeras entre borrachos, en fin…

Los escándalos se tomaron al barrio y prácticamente acabaron con la tranquilidad de todo el vecindario.

 

¿Qué puede hacer esta comunidad ante semejante panorama?

 

 

El abogado Luis Carlos Arciniegas sostiene que, esta población tiene una herramienta legal valiosa para defender su causa.

Todo aquel que esté preocupado por la tortuosa situación que vive, puede instaurar varias denuncias en dependencias como la Secretaría de Gobierno, las Inspecciones Primera y Segunda y la propia Estación de Policía.

Esas peticiones, en el papel, deben tener el eco respectivo.

Si llega a existir el silencio oficial, la comunidad puede entutelar su derecho a la tranquilidad y denunciar ante un Juzgado, no solo la zozobra que producen esos negocios, sino la falta de respuesta de las autoridades municipales referenciadas.

Estudiadas las razones y los argumentos de los vecinos de Provenza, el Juez deberá comprobar los hechos y ordenar a la Alcaldía tomar cartas en el asunto.

Además, so pena de los cierres de esos negocios, deberá obligar a todos y a cada uno de los propietarios de esos establecimientos a moderar el volumen de sus equipos de sonido y obviamente no promover la invasión del espacio público.

 

Pasos a seguir

 

 

Si en su cuadra o en su conjunto residencial hay uno que otro vecino ruidoso, debe seguir los siguientes procedimientos para denunciar:

Si es un área cerrada, debe exigirle a la administradora aplicar el reglamento.

Ley de la Propiedad Horizontal que dice: “Al propietario y al ocupante del piso o local no les está permitido desarrollar en él o en el resto del inmueble actividades prohibidas en los estatutos que resulten dañosas para la finca o que contravengan las disposiciones generales sobre actividades molestas, insalubres, nocivas, peligrosas o ilícitas”.

Si es un barrio, se debe acudir al centro de atención inmediata más cercano para que los agentes, previa comprobación del hecho, ‘les bajen el volumen’ a los ruidosos.

Proceden varios tipos de acciones policivas. Es aconsejable analizar la posibilidad de interponer una acción de tutela, si los organismos de administración persisten en no adoptar medida alguna al respecto.

 

Pasados de decibeles

 

Un análisis del nivel de contaminación sonora en la capital santandereana, en el horario comprendido entre las 7:00 a.m. y las 9:00 p.m., permitió establecer ciertas zonas en donde la ciudad es más bulliciosa.

El análisis, elaborado por la Secretaría de Salud y Medio Ambiente, determinó que zonas de Cabecera, como la de ‘Cuadra Picha’; la Calle 56 con Cra. 33; la Calle de los Estudiantes, en La Ciudadela; la calle 105, de Provenza; la Carrera 27 con Calle 30; la Calle 45 con Carrera 12; y la Carrera 33 con Calle 32, son las áreas en donde las mediciones de ruido sobrepasan los límites permitidos.

Los puntos de muestreo para el diagnóstico se determinaron teniendo en cuenta la presión sonora producida por las actividades comerciales y el flujo vehicular.

Las mediciones se hicieron con base en la resolución No. 0627 de 2006.

Afectan la tranquilidad y la salud

Además de la pérdida de audición, los elevados índices de ruido generan en las personas la alteración en el estado de ánimo. Pueden incluso producir en las personas acciones agresivas, enfrentamientos verbales y físicos.

En este sentido lo que más preocupa a las autoridades, según el funcionario, es el grado de violencia al que se puede llegar al ser perturbados por el ruido.

Llama la atención el hecho de que zonas residenciales como La Ciudadela se registren decibeles por encima de la norma. Dos razones generan este problema: la gran cantidad de centros educativos que funcionan por allí y el ‘cuello de botella’ vehicular que se registra por los lados de la calle 56″.

 

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