NOTA DEL AUTOR: En el año 1974 cursaba el último grado del bachillerato, el Sexto, lo que hoy se llama Undécimo. En “el Glorioso” Colegio Santander había entonces un Salón de Música, dirigido por un viejo profesor de quien lo que más recuerdo son sus gafas gruesas, sus uñas -muy largas en una mano y muy cortas en la otra- y que tocaba el tiple, por cierto que con singular belleza, prácticamente dormido. Hoy he evocado al viejo profesor y a su vetusto salón, donde unos tiples y unas guitarras, que competían por el premio al instrumento más achacoso del mundo, me brindaron tantas satisfacciones. En el soneto “A la Música” sintetizo aquellos recuerdos y el significado que hoy tienen para mí.
A la Música
Por Óscar Humberto Gómez Gómez
Invadiste de optimismo el desencanto,
aliviaste mi dolor con tu hermosura,
a lo áspero hizo suave tu ternura
y en el tedio me espantaste tedio y llanto.
Si por ti no hubiera sido, noble arpegio,
sortilegio escondido en una nota,
no habría, Música, viajado a tierra ignota
sin moverme de un salón de mi colegio.
Fuiste tú en mi pobreza compañía,
alegría en mi tristeza, luz de un verso
que agitó mi corazón, mi alma vacía,
y bastó el son de un tiple envejecido
que mis manos rescataron del olvido
¡para sentirme amo y señor del universo!