El canal Caracol y la exaltación de Pombo en su aniversario

Cuando el talento escasea, se echa mano de cuanto sofisma se tiene al alcance para justificar la mediocridad.

Sofismas como, pongamos por caso, el de que hay que “mostrar la realidad nacional”.

Sí, “la realidad nacional”. Una realidad que, claro está, a quienes la muestran, por supuesto en sus peores facetas, no les importa, ni jamás les ha importado, ni jamás les importará, pues lo único que los ha movido, los mueve y los moverá es su insaciable afán de lucro.

Justamente por estas calendas, cuando se conmemora el fallecimiento de ese estupendo poeta bogotano que fue el maestro Rafael Pombo, un canal de televisión, el canal Caracol, lamentablemente decide, más bien, exaltar la memoria de un personaje de quien todos creíamos había llenado ya suficientemente las pantallas de los televisores instalados a lo largo y ancho de este martirizado país no sólo con su imagen, que sería lo de menos, sino con las balas, la sangre, la violencia y la patanería generalizada que desató en esta pobre Patria, cubierta, ya no de gloria inmarcesible, sino de viudez, orfandad, terror y desventura.

Lo que se pregunta atónita la opinión pública… al menos esa que no se ha dejado arrastrar por el turbión irreflexivo de las ruidosas campañas con las que, como hacían los viejos circos que llegaban a los pueblos, los canales de televisión anuncian sus repetidos y desafiantes homenajes al crimen…; lo que se pregunta atónita esa confundida opinión pública, a la que no le piden la opinión en ninguna parte, y que si llama o escribe para darla tampoco se la tienen en cuenta…; lo que se pregunta atónita esa opinión pública conformada por padres de familia, educadores, estudiantes, escritores, poetas, compositores, músicos, artistas, médicos, odontólogos, psicólogos, ingenieros, arquitectos, juristas, historiadores, oficiales en uso de buen retiro, deportistas, y un largo etcétera…; lo que se pregunta atónita esa opinión pública que se siente impotente ante el avasallador poder de los medios poderosos como los poderosos canales de la televisión nacional, que hacen cuanto se les viene en gana sin que el otro Poder, el Poder Público, el Estado, al parecer atrapado sin salida en la trampa de una libertad mal entendida (a menos que también tenga intereses turbios involucrados en esa sinrazón), haga nada -o, al menos, intente hacer algo- para salir en defensa de aquello que la otra vez llamaban la moral y las buenas costumbres…; lo que se pregunta atónita esa opinión pública, digo, es lo único que, desde su modesta posición de observador impotente, puede preguntarse: ¿Hasta cuándo?

Sí: hasta cuándo, señor Presidente de la República…hasta cuándo, señor Ministro de Comunicaciones…hasta cuándo, señor Ministro de Educación…hasta cuándo, señor Ministro de Cultura…hasta cuándo, señores que detentan el poder en Colombia, que detentan ese poder que, directa o indirectamente, les ha otorgado el pueblo colombiano para que lo representen… hasta cuándo tendremos los sufridos colombianos, los que vivimos a diario la noticia sangrienta del último carro-bomba, de los últimos mutilados inocentes, de los ametrallados, de los silenciados por el miedo, de toda esa podredumbre moral en la que sumieron a esta Patria desventurada quienes nunca entendieron que la vida es un don de Dios y un derecho conquistado por la civilización, y que nuestro prójimo debe ser, por lo general, destinatario de nuestro amor y no de nuestros odios…, hasta cuándo las viudas, y los huérfanos, y los lisiados que dejó y sigue dejando la violencia, hasta cuándo, digo, tendremos qué soportar esta oleada de ordinariez, desorden y bajeza… esta oleada infame y nauseabunda que nadie pareciera capaz de detener en nombre de la decencia, de la honradez, de la rectitud, de la bondad, del estudio, del trabajo honesto, de los valores que enaltecieron a la Colombia decente, estudiosa y trabajadora legada por nuestros libertadores…

O si es que Colombia, la Patria atormentada de Nariño, y de Córdova, y de Santander, y de todos nuestros próceres; la Patria olvidada de Pombo, y de Isaacs, y de Rivera; la tierra de cuya faz fue borrado el bambuco, y fue borrada la Urbanidad, y fue borrado el Civismo, y fue borrado Dios… si es que esta Colombia ultrajada, digo, ya debe resignarse a quedar para siempre en las manos de libretistas enfermos para quienes la única opción literaria que existe es la que se escribe, no con tinta, sino con sangre…

Y resignarse a que a partir de la triste hora de ahora, y por los siglos de los siglos, la buena literatura, el buen arte, la buena música y la buena televisión quedaron sepultados para siempre en los rincones más oscuros e inexpugnables del olvido.

En todo caso este portal exalta la memoria del poeta Rafael Pombo en su centenario y lo pone, ante la juventud y la niñez de nuestra tierra, como paradigma del buen colombiano.

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