Meridiano 82. Por Manuel Enrique Rey

MERIDIANO 82

Por Manuel Enrique Rey

No existe situación alguna que despierte un mayor nacionalismo y un acuerdo de voluntades, sin importar ideología, que aquel que pretende adquirir una porción terrícola que aumente la soberanía en lugares donde antes no existía, en momentos de crisis apoyadas por revoluciones extremas, que indudablemente revierten el fervor popular teniendo por alcahueta la geografía, distorsionando anteriores pactos históricos ratificados en tratados, con tal de aumentar en populismo.
Sin embargo, valga la pena decirlo con algo de preocupante lamento: a las nuevas generaciones de colombianos poco o nada les interesan determinados problemas, considerados ajenos a su idiosincrasia, que se aúpan debido a la inercia y desgreño educativo que tanto en escuelas como en colegios se da a la cátedra de historia y geografía, que podría servir para entender al menos la importante nación que somos, el rompecabezas terráqueo, cómo hemos evolucionado a partir de hitos relevantes, cuáles luchas antaño se libraron para terminar identificados soberanamente como porción de humanos con especial conformación genética y cultural; conocer cuáles nuestras cotas limítrofes terrestres internacionales; qué nos hace regionales debido a la geografía impuesta por el límite departamental; cuáles los límites internacionales marítimos; incluso, aquellos potenciales definidos por tratados en proceso de aprobación y ratificación; qué límites por cercanía o altruismo se comparten actualmente con otras naciones en régimen común, etc.
Lo primero que debiéramos exigir de nuestros gobernantes por ser ellos cimeros ejecutantes de la concepción republicana y dignos representantes del sostenimiento nacional y de nuestra soberanía sería que a partir de recurrentes instancias cognoscitivas renueven el conocimiento que brindan el pasado y el terruño; todo para mantener el currículo actualizado, como obligado requisito, sine qua non, para poder acceder al cargo público.
Somos, si se tiene en cuenta el contexto de los países que conforman el globo terráqueo, debido a una especial altitud y longitud, por la importante base perimetral continental con más de 9.000 kilómetros, por estar rodeados de una ingente cantidad de naciones, por nuestras playas, por el inmenso espacio marítimo atiborrado de especies marinas y recursos materiales, etc., un país excelso en escalafón y con futuro. Mucho más, si se tiene en cuenta el contexto darwiniano que tiene que ver con la competitividad evolutiva y el determinismo ofrecido por la selección natural que antaño apropió buena parte del mundo energético y material a favor de nuestra conformación. Un potencial país, con excelente condición edáfica y, sin que pequemos de chauvinistas, uno de los mejores del mundo en formación.
El meridiano longitudinal que marca actualmente con el número 82 el extremo límite de nuestra nacionalidad caribeña con los vecinos los nicaragüenses debiera estar grabado en nosotros como importante numeral integrante de nuestra nacionalidad. En la confrontación ideológica que divide al mundo bipolar, entre países libres y democráticos, y autoritarios y dictatoriales con tendencia extrema, es preferible de esas islas y cayos, que permanezcan libres y paradisiacos, y no convertidos por cuestión de la codicia, en ampliado y codiciado solar soñado por Daniel Ortega, y los Castro y Chávez desde Cuba.

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