ORACIÓN. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

 

La sangre que circula en mis pulmones
testimonio es, Señor, de tu existencia,
y mi vista, y mi oído, y mi conciencia,
y el que pueda, sin sapiencia, hacer canciones.

Tú te encuentras en la magia de la vida,
en el milagro sin igual de la mañana,
y en el rojo atardecer de filigrana
que se pinta en la montaña azul y erguida.

No es que crea que existes, es que existes,
y tu presencia la percibo cuando vistes
con tus tintes y perfumes a las rosas.

Por eso, en la angustiosa encrucijada,
si vinieren las consejas o la espada,
mis ojos volveré yo hacia tus cosas.

Entonces, sentiré tu compañía
y sabré que me transmites tu alegría
¡con tus obras, Señor, maravillosas!

 

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