POESÍA SANTANDEREANA (IV). Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

NOTA DEL PORTAL: Otra vez, por cuarta ocasión, hemos retornado al Parnaso santandereano, a la pluma sensible de los hombres y las mujeres de esta comarca nuestra tan entrañable, aunque a veces tan incomprensible, que dejaron y siguen dejando para siempre plasmados en papeles las lágrimas, los recuerdos, las alegrías y las esperanzas de sus corazones, de su terruño y de su pueblo.

Es la poesía santandereana, que en este portal está renaciendo, es decir, que literalmente está naciendo de nuevo.

Si con esta aproximación a nuestras raíces, al legado cultural de Santander, logramos que alguien se anime a volver a leer a sus poetas, habremos cumplido con el cometido que nos inspiró al crear esta sección dedicada a los rapsodas.

Aquí están, pues, de nuevo los bardos de estas breñas, con sus versos de amor, de desolación, de lucha.


¡Bienvenidos al mundo mágico e inmortal de la Poesía!

 

FUTURO

(Fragmento)

 

 

No tengo nada, ni una casa de humo,
ni un paisaje de viento.
Pero construyo por todos los que pasan,
por todos los que llevan una vida adelante,
molinos, molinos de viento.

Y las voces surgiendo,
y yo sola, detenida,
en el silencio de esta noche
y de todas las noches futuras.

Es fuerte el vendaval que azota mis sentidos;
he cerrado todas las ventanas.
Yo enciendo mi llama, la de esta noche y la de mañana.
Pienso en una casa grande.
La miro crecer con los ojos de adentro.

Hay que soñar y reedificarla a trechos,
esta casa que habitaré por un tiempo,
la misma de mis padres, mis hermanos.
Ahora recuerdo…

que mi madre tenía una fuente en el pecho
y mi padre, una placa de acero,
y mis hermanos, bosques de encinas y laureles,
y los que ahora han nacido de mi sangre
un cementerio de pájaros muertos.

Y este frío glacial de alambradas,
y este sabor a humo y a tierra,
y este sabor a sangre viva y este olor a resinas,
y esta voz desatada y detenida,
y estos muros de cristal y de acero.

Atados están a mí, pero yo construyo por ellos,
por no dejarles este sabor a tierra estéril.
Construyo por ellos
y por los que han de venir
y residir bajo este mismo techo
y a la sombra de este mismo bosque de fuego.

Vendrá el invierno y hará trizas los cristales.
Pero yo persisto por esta casa, por su lumbre,
por su pan y por sus frutos, por sus techos.
Persisto por todos y cada uno de ellos.

De mi sangre nacerán verdes bosques,
ríos de golondrinas bajarán por mis venas
y la tierra y el sol tendrán un rostro nuevo.
Y amaré esta tierra y amaré estos huesos,
estos hombres desnudos de palabras y gestos,
y las hordas de salvajes que destruyen el mundo,
estos diminutos enanos de la tierra,
estos gusanos que roen la entraña
como a Prometeo los cuervos.

Amanece en mí.
Todo lo amo hoy, hasta el dolor,
que se ha hecho flor en mi pensamiento.

CARMEN DE GÓMEZ MEJÍA
(1916 – 2002).

___________

 

PATRIA INCIERTA

 

 

Detrás de la mentira proclamada,
existe una verdad sin voz ni voto.
La patria oculta del escudo roto
con su tea en mitad de barricada.

Y en la lava del pueblo naufragada
se está hundiendo la patria como exvoto.
Traumático dolor de terremoto.
Dolor de tierra adentro despatriada.

Patria sin ton ni son. Plena de escombro
pasa a la historia con la muerte al hombro,
y con la cruz a cuestas del momento,

pone el grito en el cielo y se renueva
en el fondo del alma cuando eleva
su amargo cáliz a merced del viento.

RAMIRO LAGOS

_______

 

MIRAJE

 

 

Te esperé, como mástil indeciso,
desmantelado al filo de la espera,
vana visión azul en la quimera
de corazón fugaz y tornadizo.

Y así como llegaste de improviso
por el azar de una ilusión cualquiera,
te me fuiste también, como si fuera
tu imagen un cristal que se deshizo.

Como ceniza que se va en el viento
guarda mi voz pedazos de tu aliento
y en la desolación en que me abraso

tu amor es la corriente agradecida
que, rozando la orilla de mi vida,
le refresca su ardor a cada paso.

EFRAÍN OTERO RUIZ

_________

 

CANCIÓN DE LOS ARADOS

 

 

¡Cantan los arados!
¡Cantan los arados!
¡Cantan los arados!

Y se despierta el campo
al paso de los bueyes
que avanzan lentamente
sobre el surco dorado.

Son dos bueyes tan grandes,
son dos bueyes tan altos,
son dos bueyes tan mansos,
son dos bueyes tan tristes…
¡En sus pupilas hondas
vienen como soñando!

A la orilla del cielo
la mañana está joven
para tanta grandeza!

Hoy no me llames, río,
que ya estoy sobre el campo.
Me despertó la aurora
con su himno metálico.
Con su rumor de égloga
que anuncia la cosecha,
feliz he despertado.

Me despertó la música
de Dios sobre los surcos
y estoy oyendo ahora
la canción de los arados!

¡Hoy no me llames, fuente!
Hoy no me mezas, árbol!
La cuna en que soñaba
se me volvió milagro.

El agua y la semilla
cayeron en mis manos
y hay un río de savia
más secreto en mi sangre.

En el laboratorio
de la gleba mojada
fabrican los azúcares
la primera naranja.

Siento que soy labriego.
Llevo trigo en el alma!
La noche en que venía
se me volvió mañana…

Hoy no regreses, muerte,
que comenzó la vida
y es bello el firmamento
de mi poesía.

Hoy no me tientes, suelo,
que de volar o navegar, sería
por los mares del cielo!

EUGENIO PINTO BARAJAS
(1922 – 1983)

_____

 

EN COLONIA

 

 

En la vieja Colonia, en el oscuro
rincón de una taberna,
tres estudiantes de Alemania un día
bebíamos cerveza.
Cerca el Rhin murmuraba entre la bruma
evocando leyendas,
y sobre el muerto campo y en las almas
flotaba la tristeza.

Hablábamos de amor, y Franz, el triste,
el soñador poeta,
de versos enfermizos, cual las hadas
de sus vagos poemas,
“Yo brindo, dijo, por la amada mía,
la que vive en las nieblas,
en los viejos castillos y en las sombras
de las mudas iglesias;
por mi pálida musa de ojos castos
y rubia cabellera,
que cuando entra de noche
a mi buhardilla
en la frente me besa”
Y Kart, el de las rimas aceradas,
el de la lira enérgica,
cantor del sol, de los radiantes cielos
y de las hondas selvas;
el poeta del pueblo, el que ha narrado
las campestres faenas;
el de los versos que en las almas vibran
cual músicas guerreras,

“Yo brindo, dijo, por la amada mía,
la hermosa lorenesa
de ojos ardientes, de encendidos labios,
y riza cabellera;
por la mujer de besos ardorosos
que aguarda ya mi vuelta
en los verdes viñedos donde arrastra
sus aguas el Mosela.”
“Brinda, tú!” – me dijeron. Yo callaba,
de codos en la mesa,
y ocultando una lágrima, alcé el vaso
y dije con voz trémula:
“¡Brindo por el amor que nunca acaba!…”
y apuré la cerveza,
y entre cantos y gritos exclamamos:
“¡Por la pasión eterna!”
Y seguimos risueños, charladores,
en nuestra alegre fiesta…
¡Y allí mi corazón se me moría,
se moría de frío y de tristeza!

ISMAEL ENRIQUE ARCINIEGAS
(1865 – 1938)

 

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