Amantes de la Poesía, pero también respetuosos de las diferencias ideológicas de nuestros paisanos, exaltamos en esta ocasión a tres magníficos poetas de Santander. Son ellos: el poeta Rafael Ortiz González, prominente miembro del Partido Conservador; el poeta Gustavo Cote Uribe, destacada figura del Partido Liberal, y el poeta Pablo Zogoibi, distinguido militante del Partido Comunista, todos ellos ya fallecidos. Desde ideologías políticas tan disímiles, pero con el común denominador de la exquisitez en el manejo de la pluma, los tres rapsodas contribuyeron al engrandecimiento de las letras santandereanas y de la cultura de nuestro solar nativo. Del maestro Rafael Ortiz González hemos escogido Gracias te doy, Señor, poema escrito durante su enfermedad como sorprendente muestra de resignación cristiana, pero también de entereza frente a la adversidad. Del maestro Gustavo Cote Uribe, seleccionamos tres de los diez sonetos que compuso en memoria de su hija Martha Rosalía, fallecida cuando apenas era una niña, y los cuales integran la obra Diez sonetos y una elegía. Y del maestro Pablo Zogoibi, tomamos su poema A Juan XXIII, sorprendente homenaje de un bardo de izquierda a una de las figuras más excelsas de la cristiandad. Aquí están, pues, tres poemas emergidos de estas breñas, en las que, dicho sea de paso, deberán volverse a cultivar la Poesía y demás manifestaciones del espíritu si queremos evitar que el turbión del progreso mal entendido arrase para siempre con los últimos vestigios de lo que fuimos como pueblo.
Rafael Ortiz González
GRACIAS TE DOY, SEÑOR
Gracias te doy, Señor, por estos males
en que tal vez para mi bien me tienes.
Quién sabe si estas penas y vaivenes
y este dolor sean bienes celestiales.
Quién sabe si estos males infernales
serán mañana místicos edenes,
y si esta roja espina de mis sienes
sea un índice blanco de rosales.
Gracias te doy, Señor, por los desdenes
con que el mundo pagó mis ideales
y por este dolor que me mantienes.
Sólo tú puedes leer en los cristales
del corazón mis sinos inmortales
y el libro de mis males y mis bienes.
Gustavo Cote Uribe
DIEZ SONETOS Y UNA ELEGÍA.
SONETO I: SOLEDAD DE MARTHA ROSALÍA
¡Esta es la soledad! Que su bandera
no empañe desamor ni leve olvido.
Por dulce y bien hallado lo perdido
florezca soledad en primavera.
No conozca otra ruta verdadera
el corazón, por siempre bien herido,
como esta soledad de mi latido
que trenza fiel su voz de enredadera.
Jamás sea tristeza entristeciendo
de este dolor su luz de medio día.
Emerja de su huella eterneciendo
sólo la soledad: nuestra alegría,
y en duelo azul por ella renaciendo
perdure el corazón en su agonía.
SONETO VII: LA MUERTE A TRAVÉS DE MARTHA ROSALÍA
Fuera la muerte acaso fantasía,
tránsito de la forma, sin sentido,
límite de la arcilla en su latido,
o dolor, si dolor es la agonía.
Fuera no más que triste torna-guía
del afán, a lo inmóvil suspendido,
o fuera apenas -Muerte- lo perdido,
sin rescate en la noche sinfonía.
Mas no ha de ser su faz hórrido hielo
de nunca-más y siempre polvo olvido…!
Si los lirios azul trizan su vuelo
y en el dolor-amor, trigo es hallado:
Sendero de la alondra, dulce nido,
país en flor -la muerte- iluminado!
SONETO IX: SAUDADE DE MARTHA ROSALÍA
¿Dónde su anhelo, su ilusión dorada,
sus manos de paloma en la ternura,
su piadosa mirada, la dulzura
de su presencia en sueños no soñada?
¿Dónde la fiel comarca iluminada
de lirio y ángel y de azul y albura
circundando su paso y su figura,
por el amor del polvo rescatada…?
¿En dónde ahora el mundo de su risa
que poblaron muñeca y gnomo alado?
¿Dónde está su contento y en qué brisa
florece el eco de su voz sellado?
Cállelo el corazón que lo eterniza
mientras acrece el duelo lo callado!
Pablo Zogoibi
A JUAN XXIII
“¡Domador de mundiales tempestades,
padre de terciopelos y de flores,
te bendicen los niños y las madres,
y te saludan fúlgidos los soles!
Has olvidado la palabra “nada”.
Es tu ideal el universo, el todo.
Más que Rolando, pudo tu mirada
matar la muerte de perfecto modo.
Piélagos de irisadas mariposas
vense volar de tus cabellos canos.
Te pueden perfumar todas las rosas
y juntarse por ti todas las manos.
Quién como tú que amando la pobreza
más rico fuiste que Aladino y Creso,
y el pan espiritual sobre tu mesa
diste a todos los hombres con un beso.
¿Qué guerrero ganó tantas batallas
como tú, sin espada y sin cañones?
¿Quién consteló su pecho de medallas
y fue más grande que los Napoleones?
Tú, genial, el pacífico, el sublime,
ante quien muda se postró la Tierra.
¡Tan sólo con un gesto soberano
domaste los dragones de la guerra!”.