EL DESPRECIO DEL CONOCIMIENTO “INÚTIL”. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

 

Despreciar el estudio de lo que se considera inútil, está poniendo en serio peligro la universalidad del conocimiento humano y a importantes actividades que enaltecían al hombre y le daban una particular dignidad.

Así, la literatura clásica —y dentro de ella la poesía clásica—, la música clásica, la filosofía —y dentro de esta la ética—, y un largo etcétera, se han visto enviadas al olvido y para un número creciente de personas son materias o actividades intelectuales carentes por completo de importancia porque las consideran absolutamente inútiles.

Resulta preocupante, por ejemplo, ver cómo Grecia perdió hace rato su papel de faro orientador de la civilización, como si la Guerra del Peloponeso hubiese extendido sus efectos devastadores hasta a la Atenas de hoy.

Ya en los años 60, la película Nunca en domingo presentaba a un personaje que se había propuesto indagar sobre el terreno las razones que habían conducido a la decadencia de la cultura griega.

Figuras egregias como Sócrates, Platón, Aristóteles y toda la pléyade de grandes pensadores que iluminaron el mundo desaparecieron del interés de la sociedad actual y no son hoy sino referentes de lo anticuado y de lo que a nadie le interesa.

 

 

En el mundo mágico de la música, Mozart, Beethoven o Bach y los exponentes de las expresiones representativas de nuestra fértil riqueza musical han sido reemplazados en el contexto social contemporáneo por personajes de manifiesta opacidad, pero que, sin embargo, se dan el lujo de arrastrar multitudes y monopolizar los medios de comunicación aunque su único aporte a la música no haya sido sino el de imprimirle a diario un empujón hacia su decadencia definitiva.

Del joven que manifieste que quiere estudiar filosofía o literatura se dice que va a estudiar para desempleado, que se va a dedicar a estudiar cosas inútiles y con las cuales no podrá ganarse el pan.

Y es que, en efecto, desgraciadamente, mientras los intelectuales y quienes cultivan las altas galas del espíritu humano deambulan en busca de un pan para su mesa, abundan los epulones que exhiben la peor carga de ordinariez y de incultura.

Inmerso en la cotidiana rebusca del pan y ausente ya el sentido trascendente de la existencia, el hombre de los tiempos que corren ya no siente interés sino por aquello que le reporte utilidad, y esa utilidad —fin final y único de la vida— guarda relación, directa o indirecta, consciente o inconsciente, con la obtención de dinero.

 

 

¿Qué sucedió? ¿En qué momento y por qué el más burdo espíritu materialista y utilitario se apoderó de nuestro país y, al parecer, del mundo?

Hemos leído un interesante texto escrito por Leonardo Rodríguez V., joven e inquieto filósofo, psicólogo, teólogo y escritor santandereano, que nos ha parecido muy pertinente y por ello, con su venia, queremos compartirlo con ustedes.

Acerca de este tema, por supuesto, tendremos que volver después, pues se trata de un asunto de capital importancia para nuestra vida y la de nuestros descendientes.

El escrito —inserto dentro de un contexto de columnas suyas en torno a un tema más amplio— se titula “Características diferenciales de la moderna filosofía, respecto de la medieval. Dominio del conocimiento técnico-instrumental por sobre el filosófico-sapiencial” y dice lo siguiente:

 

 

“Con el ocaso de la metafísica tradicional, en la cual el hombre se abría al conocimiento de realidades fuera del espacio-tiempo, llegando incluso a alcanzar racionalmente la existencia de Dios, la sociedad se comienza a decantar poco a poco por una concepción del conocimiento más bien práctica que teórica. Si antes los hombres veían el universo como trampolín para ascender a la contemplación de Dios como su causa primera, ahora los hombres verán el universo como escenario de dominio humano sobre la materia y creación de tecnologías cada vez más asombrosas. Decíamos anteriormente que todo esto coincidió con el auge de la nueva ciencia experimental y se configuró así un nuevo paradigma de progreso social caracterizado por el interés en aumentar el conocimiento de la naturaleza material, con el fin de conocer cada vez mejor sus mecanismos y poder usarlos para mejorar en forma creciente la vida del hombre sobre la tierra.

Ante este panorama era natural que el conocimiento de tipo filosófico-sapiencial obtenido por medio de la especulación metafísica principalmente, fuera poco a poco desapareciendo de la lista de intereses de las sociedades y fuera reemplazado vertiginosamente por un modelo de conocimiento técnico-instrumental, único capaz de ofrecer resultados prácticos a la hora de aplicar la ciencia a la creación de nuevas técnicas y nuevas tecnologías.

Actualmente nadamos en este paradigma y no hay en el horizonte próximo esperanzas de regresar a una visión menos utilitarista del conocimiento. De hecho una mirada rápida a los currículos académicos de universidades e instituciones de educación primaria y bachilleratos, permite ver ese énfasis hegemónico que se hace en las disciplinas consideradas productivas o rentables, en detrimento de las disciplinas consideradas muertas en cuanto a su estatuto económico. En otras palabras, pocos padres de familia verán hoy con buenos ojos que su hijo estudie filosofía en la universidad, mientras que se sentirán seguros y orgullosos si su hijo manifiesta interés por alguna ingeniería.

Lo anterior refleja un estado social de abierto desprecio por las humanidades, agravado por un dominio apabullante de las disciplinas ‘prácticas’ o ‘productivas’.

Se perfila así un tipo de hombre y un tipo de sociedad muy específico, en los cuales desaparece o se adormece el interés por las grandes cuestiones metafísicas: ¿qué es el hombre? ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos? ¿Existe Dios? ¿Qué es el alma? ¿El mundo ha tenido comienzo? ¿Tendrá fin? Etc. Todos estos interrogantes y otros por el estilo desaparecen del horizonte mental del hombre moderno y la sociedad que resulta de dicha transformación viene a ser entonces una sociedad sumida exclusivamente en la materialidad, en el esfuerzo por construir “el paraíso en la tierra”.

Leonardo Rodríguez V.”.

Quedan estas líneas para la reflexión.

Mesa de las Tempestades, domingo 14 de julio de 2019.

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ILUSTRACIÓN: Ruinas de la Atenas antigua. Acrópolis. El Partenón.

¡Gracias por compartirla!
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4 respuestas a EL DESPRECIO DEL CONOCIMIENTO “INÚTIL”. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

  1. Adolfo Enrique Díaz dijo:

    ¿Qué tan conscientes están los responsables de elaborar el curriculum académico de primaria, secundaria y educación media sobre la importancia de esta materia? En algunos colegios está incluida en la educación media (décimo y undécimo) y debe verse atropelladamente en carrera contra el tiempo en dos años. Si existe una materia importante que cultive a desarrollar el pensamiento crítico, es ésta. Potenciar el razonamiento desde la niñez ha sido una propuesta por grandes maestros de la educación en Colombia. Poco caso se hace a ello. ¿Por qué no hay gusto por esta materia en la comunidad? Fueron malos profesores los responsables de impartirla en el aula y sembrar una apatía hacia ella?

    El año pasado tuve la oportunidad de ver en Netflix una serie con temas truculentos de los colegios del siglo XXI. En ella, su protagonista, un profesor de filosofía presenta de manera amena, práctica y sencilla la postura ideológica de un filósofo en cada capítulo. Pensaba: si me hubiesen presentado la filosofía de esa manera sencilla y práctica, a esta altura de la vida, enamorado de la filosofía, me habría leído todos sus exponentes. La serie se llama MERLÍ. (No es MERLÍN).

    Argentina y Estados Unidos han llevado a cabo la enseñanza de la filosofía desde la primaria en algunos colegios, logrando ciudadanos críticos y reflexivos. ¿Por qué en Colombia no se ha hecho? Por qué no se ha implementado en el curriculum, Filosofía para Niños? ¿A qué le temen los del MEN?

  2. Mary Alicia Torres Torres (vía WhatsApp) dijo:

    Vale decir, que en el vertiginoso desarrollo tecnológico, donde el hombre busca reemplazarse por inteligencia artificial, serán estas áreas del conocimiento las que primen como irremplazables (opinión robada de mi hija); tal vez sea la razón de que quieran ser “desaparecidas”, lo que inquieta, pues llevan a la curiosidad intelectual sobre el desarrollo de las culturas en que están basadas todas las otras culturas existentes actualmente. Tal vez, aquello de que el conocimiento es poder, la amenaza. Humilde opinión.

  3. Leonardo Rodríguez Velasco dijo:

    Muy buenos días.

    Cuando conocedores de nuestros innúmeros defectos nos vemos tan bien tratados, un cierto sentimiento de confusión nos invade y solo acierta a esbozarse un rendido agradecimiento hacia quien tales tratos nos dispensa, sin merecerlos.

    Es una triste realidad que nos golpea a diario la que se denuncia en este escrito del doctor Humberto Gómez Gómez, y que se puede resumir así: el descenso vertiginoso del nivel educativo a fuerza de querer transformarlo, desde sus alturas humanistas y metafísicas, hacia las llanuras del tecnicismo y la inmediatez instrumental. Lo vemos cada día, y el proceso avanza raudo sin encontrar dolientes a su paso. Nadie parece extrañar la buena educación, entre otras cosas porque nadie extraña lo que nunca ha tenido.

    Quienes defendemos esas banderas lo hacemos desde una posición de privilegio, en la medida en que por los azares de la vida o por gracia de Dios (¡que decía el Astete!), nos encontramos un día de frente con una riqueza incomparable que nos conquistó de forma irremediable. Dicha riqueza nos impulsa asimismo a realizar tarea de difusión, aunque cada día sea más difícil convencer a las nuevas generaciones de que existen placeres mayores a aquellos que compartimos con los animales, al decir de don Nicolás Gómez Dávila, los placeres del espíritu, del humanismo, de la educación clásica, del orden.

    Gracias al doctor Humberto por abrir espacios para estos asuntos, su voz se sabe agradecer.

    Leonardo Rodríguez V.

  4. Héctor Hernández Mateus dijo:

    La libertad de pensamiento ha matado el pensamiento mismo. Y desafortunadamente para allá va la inteligencia artificial, que avasallará la humana, dejándola en el recóndito hueco del olvido.
    La separación de alma-materia es común en los tratadistas, que sólo ven el crecimiento económico.

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