CARTAS A TOMÁS. Por: Leonardo Rodríguez V.

 

Carta IV

Querido Tomás:

En la anterior carta creo que me extendí más de la cuenta, discúlpame, la Edad Media fue un periodo muy bello y apasionante de la historia humana y se han escrito sobre ella miles de libros, algunos presentando sus aspectos positivos y otros resaltando más sus sombras que sus luces. Tú mismo quizá has visto películas en las cuales se presenta a la Edad Media como una época cruel, atrasada, terrorífica, llena de muertes y de miseria. ¿Qué crees tú que motiva esa actitud de mostrar de tal forma la Edad Media? Es como si para justificar las sombras de la edad moderna, los hombres de hoy sintieran la necesidad de presentar oscuramente a la Edad Media, como diciendo: hoy estamos mal, pero antes estábamos peor. Y lo peor de todo esto, mi querido Tomás, es que muchas personas en vez de leer verdaderos libros de historia, se limitan a aceptar lo que presentan las películas, que son solo eso ¡películas!, no enciclopedias. Tal vez porque es más fácil ver una película de hora y media de duración, acompañada de unas buenas crispetas con gaseosa, que leer un libro de mil páginas de historia, tarea que bien puede durar algunos meses. Y desgraciadamente hoy se prefiere lo fácil sobre lo difícil, y sucede que no siempre lo fácil es lo mejor.

Y ¿de qué te quiero hablar en esta carta? Hoy te voy a pedir que me permitas hablarte sobre dos monjes: Tomás de Aquino y Guillermo de Ockham. ¿Por qué son importantes? Ya verás.

La Edad Media fue una edad llena de monasterios y catedrales. De hecho muchos de los grandes atractivos turísticos de Europa hoy en día son precisamente catedrales hermosas e imponentes monasterios, todo ello herencia de una época que muchos consideran oscura. ¿Cómo puede ser oscura una época que nos ha dejado en herencia solo cosas hermosas que hoy los turistas visitan asombrados?
Y los monasterios, mi querido Tomás, estaban llenos de monjes.
De dos de ellos quisiera hablarte. Empezando por Tomás de Aquino.

Ante todo quiero que sepas que he decidido hablarte de ellos porque cada uno representa dos modos distintos de ver las cosas, y porque, como verás, nuestra época moderna ha tomado muchas de las ideas que propuso Ockham, rechazando las que proponía Tomás de Aquino.

Tomás de Aquino es mi filósofo favorito, aunque en realidad él fue más bien un teólogo. Nació en Italia en el año 1224 en un castillo que su familia tenía en un sitio llamado Rocaseca, más o menos a mitad de camino entre las ciudades de Roma y Nápoles actualmente. Fue enviado desde muy pequeño, a los 5 años, a estudiar a un monasterio. Luego fue a la universidad y allí conoció a un grupo de monjes que le interesaron mucho, los dominicos (en tu ciudad, querido Tomás, existe la Universidad santo Tomás. Pues esa universidad es administrada por los monjes dominicos aún hoy día y se llama así precisamente en honor de santo Tomás de Aquino). Ingresó a esa comunidad religiosa y luego de estudiar en París y también en Alemania, obtuvo su título de doctor en teología y por el resto de su vida se dedicó a escribir y a enseñar. Murió el 7 de marzo de 1274, a los 49 años de edad.

Casi desde su muerte Tomás de Aquino se convirtió en una leyenda. Se empezaron a difundir hechos asombrosos acerca de su tremenda inteligencia y su gran capacidad para el análisis de las ideas más complejas, que después exponía en sus escritos con una claridad que aún hoy es posible percibir al leerlos. Pero no es tanto su biografía lo que aquí me interesa comentarte, sino más bien un par de características de su pensamiento, de su doctrina.

Tomás de Aquino fue ante todo un teólogo, es decir, un estudioso de la sabiduría, de Dios. Pero para hacer teología tuvo que hacer también filosofía, ya que la filosofía era la herramienta para construir las doctrinas teológicas. ¿Y qué tipo de filosofía enseñó Tomás de Aquino? Podríamos decir que su filosofía se caracterizó por ser una filosofía realista, ¿y qué significa eso?, significa que para santo Tomás (como para ti y para mí, querido Tomás, y para todas las personas cuerdas que han existido, existen y existirán), la realidad existe independientemente de los seres humanos, o mejor dicho, independientemente de la inteligencia de los seres humanos. El realismo filosófico clásico consiste básicamente (para no enredarnos en detalles demasiado complejos que quizá te aburrirían), en afirmar y defender que no es el hombre el que construye la realidad, sino que esta ya existe ahí ‘afuera’, completa, llena de ser y de verdad, y la inteligencia humana solo se ubica frente a ella y trata de conocerla, de comprenderla, de captar la naturaleza de las cosas, lo que las cosas son.

Tal vez me dirás que eso es obvio, que es evidente que la realidad existe ahí ‘afuera’ de nosotros, independientemente de que la conozcamos o no. Y tienes toda la razón mi querido Tomás, y es señal de que tienes una inteligencia sana. Pero déjame decirte que en la historia de la humanidad ha habido hombres (y aún hay), que han enseñado y defendido que esto no es así, sino que la realidad existe en el pensamiento humano y por el pensamiento humano, de manera que en cierta forma somos creadores de la realidad. Y aunque todo eso suena absurdo, lo cierto es que incluso hoy en día todavía existen, y de hecho en gran número, quienes sostienen esas ideas. Solo que hoy como lo que está de moda es el cerebro, entonces afirman que la realidad es una construcción del cerebro, que nuestro cerebro de alguna forma produce eso que llamamos realidad: formas, colores, tamaños, distancias, cosas, cantidades, etc.
Esta forma de ver las cosas en filosofía se llama idealismo, porque dice que los seres humanos no conocemos la realidad de allá ‘afuera’, sino solo nuestras ideas, nuestras propias construcciones mentales, nada más.
Santo Tomás fue realista, enseñó el realismo y lo defendió en sus escritos. Y como era ante todo un estudioso de la sabiduría, al final de sus análisis e investigaciones sobre la realidad, siempre llegaba a Dios como causa de todo lo real, como fuente de todo y Creador de todo. De hecho una de las doctrinas más famosas de santo Tomás es su demostración de la existencia de Dios. Tomás de Aquino utiliza cinco argumentos para probar que Dios existe, que es necesario reconocer que Dios existe. Esos cinco argumentos han sido muy estudiados a lo largo de la historia y aún hoy son usados para defender filosóficamente la existencia de Dios.

Y aparte de llegar a Dios y de ser un filósofo realista, Tomás de Aquino también proponía una ética realista, una moral realista.

¿Qué quiere decir eso de ética realista? Pues quiere decir, en resumidas cuentas, que lo bueno y lo malo no dependen del ser humano, es decir, no es bueno lo que el ser humano dice que es bueno, ni es malo lo que el ser humano dice que es malo. Sino que independientemente del hombre, hay comportamientos que son buenos y otros que son malos. Y esta parte de su doctrina es muy importante, porque precisamente hoy en día se ha negado que esto sea así, y el hombre moderno cree que las conductas son buenas o malas dependiendo del querer o del capricho de las personas: si una persona cree que algo es bueno, pues es bueno, y si cree que es malo, pues es malo. Porque lo importante, dicen hoy, es lo que cada uno decida.

Tenemos entonces, mi querido Tomás, que tu homónimo de la Edad Media, el gran Tomás de Aquino, fue un filósofo realista, llegaba con su filosofía hasta Dios y además proponía una ética también realista.

Mi querido Tomás, te había dicho al inicio de esta carta que te iba a hablar de dos monjes, y finalmente solo te he hablado de uno. Creo que conviene, para no abusar de tu paciencia, dejar hoy hasta aquí y dedicar la próxima carta (si aún sigues teniendo la paciencia de leer a este ‘viejo’) al otro monje del que te quería hablar hoy: Guillermo de Ockham.

Con sincero afecto,

L.R.

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LEONARDO RODRÍGUEZ V. Psicólogo, filósofo, teólogo y escritor santandereano.

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