DIÁLOGO DE SORDOS. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

 

Todo en este país es previsible. Todo. Absolutamente todo. Desde quién va a ganar en las elecciones hasta en qué sentido va a salir un fallo judicial.

O una decisión en el Congreso, claro.

En este, en el Congreso, por ejemplo, hay dos sectores. Los mismos dos de siempre: el uno, el sector que apoya irrestrictamente al Poder Ejecutivo; el otro, el que se opone irrestrictamente a él.

Si se para a hablar alguno de los congresistas del primer sector (aunque ahora, en estos tiempos de culto a la pereza, todo fue acondicionado para que ni siquiera se molesten en ponerse de pie), los del otro lo ignoran.

Prefieren dedicarse a actividades más interesantes. A hablar por celular, pongamos por caso. O a hacer crucigramas. O a jugar al triqui-traque. O, en últimas, a dormir.

Y viceversa, claro.

A propósito: ¿se habrá dado cuenta esta nación que desde hace ya largo tiempo en este país no se habla sino de fútbol y del enfrentamiento entre “istas” y “anti-istas”?

¿Se habrá dado cuenta de que, en cambio, de los grandes problemas nacionales no se dice una sola palabra?

Por ejemplo: ¿qué se va a hacer frente al evidente fracaso de la Ley 100 de 1993 en materia de salud? ¿Cuántas entidades más tendrán que cerrarse, hasta qué cifra tendrá que ascender la deuda con los hospitales, cuántos escándalos más tendrán que destaparse, cuántos pacientes más tendrán que morirse, cuántos millones más tendrán que robarse, cuántas tutelas más tendrán que presentarse y cuántos encarcelados más tendrán que contarse —incluidos, claro está, los que sufren prisión nadando en sus piscinas mientras beben güisqui— para que, de una vez por todas, se reconozca que no son los médicos, ni los paramédicos, ni los enfermeros, ni los bacteriólogos, ni los fisioterapeutas, ni ninguno de los profesionales que se jodieron estudiando y cuyas carreras costaron millones, quienes se están beneficiando de ese invento diabólico —que convirtió el otrora servicio público de la salud en un lucrativo negocio—, sino personajes que ni siquiera saben aplicar una inyección o dar respiración boca a boca?

No hemos presenciado todavía el gran debate nacional sobre la ley 100.

Aunque, de todos modos, ya sabemos cómo terminaría ese debate dependiendo de quién fuera su promotor.

Porque, como ya se sugirió al principio, también en eso —en el resultado final de los debates— este país es previsible.

¡Gracias por compartirla!
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