LAS MUJERES EN LA FILOSOFÍA. Capítulo XV: MARY WOLLSTONECRAFT (Pronúnciese: “Mery Uólstoncraft”) . Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro de la Academia de Historia de Santander y del Colegio Nacional de Periodistas Seccional Santander.

 

Mary Wollstonecraft llevó una vida cargada de desdichas.

 

También la llevó su hija del mismo nombre.

Ambas fueron escritoras.

 

Pero mientras Mary la hija pasó a la historia como la creadora del famoso personaje de la literatura de terror Frankenstein, Mary la mamá lo hizo como la autora del libro que revolucionó a la machista Inglaterra de su tiempo, a la machista Europa del siglo XVIII, el Siglo de las Luces, el de la Ilustración, el de Juan Jacobo Rousseau y, por supuesto, el de la Revolución Francesa. Ese libro —publicado en 1792— la catapultó a la fama como una de las más grandes filósofas feministas de todos los tiempos. El libro se llamaba A Vindication of the Rights of Woman (La vindicación de los derechos de la mujer).

 

De acuerdo con la Real Academia Española, “vindicar” significa: “1. Vengar. 2. Defender, especialmente por escrito, a quien se halla injuriado, calumniado o injustamente notado. 3. Der. Dicho de una persona: Recuperar lo que le pertenece”.

Todo indica que fueron las acepciones 2 y 3 las que le quiso dar a su obra la autora.

 

Antes de esta obra, había publicado, bajo anonimato, el libro Vindicación de los derechos de los hombres (1790). Con aquel libro, Mary Wollstonecraft les salió al paso a quienes dentro de Londres se oponían a la Revolución Francesa, movimiento social que ya hacía ebullición en ese país.

Sucedió, sin embargo, que, para su enorme desencanto, la Revolución Francesa terminó siendo una revolución machista, pues a la mujer le negó la ciudadanía, la redujo al papel doméstico y le impuso el matrimonio como su único destino manifiesto.

Fue entonces cuando Mary Wollstonecraft decidió verter toda su energía intelectual a favor de la causa feminista.

La pensadora inglesa se opuso, entonces, de modo radical, a la postura reinante en su época según la cual las diferencias entre el hombre y la mujer en cuanto a intereses y comportamiento derivaban directamente de sus diferencias de carácter biológico. Esa diferencia biológica determinaba, inexorablemente, lo que tenía que ser la mujer dentro de la sociedad, en una especie de determinismo sexual al cual la mujer no tenía cómo escapar. La mujer —se aseguraba entonces—, por sus particulares características físicas, está destinada a desempeñar un determinado rol o papel dentro de la sociedad, que no puede coincidir, por obvias razones naturales, con el rol o papel social que desempeñan los hombres.

Consecuente con su pensamiento, Mary Wollstonecraft discrepó radicalmente de la posición defendida por el filósofo francés Juan Jacobo Roussseau según la cual los niños y las niñas debían recibir una educación separada.

 

 

La diferencia de roles o papeles entre el hombre y la mujer, de acuerdo con Mary Wollstonecraft, no se explicaba por sus diferencias biológicas y el inevitable determinismo que ellas traían consigo para esta, sino por el inmemorial dominio del primero sobre la segunda, dominio que, al ir pasando de generación en generación, había terminado por convertirse en un anquilosado paradigma cultural.

Ese dominio se perpetúa —complementaba Mary Wollstonecraft— gracias al acceso del hombre a la vida académica y a la correlativa relegación de la mujer de ese mundo intelectual.

Las tradiciones —exponía además— son una forma de perpetuar en el tiempo la opresión de la mujer por el hombre. Por ello, se requiere una profunda revisión de ellas.

El hombre mantiene, entonces, a la mujer —concluía la intelectual inglesa— por fuera de toda posibilidad de independencia económica y de tomar parte en las actividades políticas.

 

 

Con esta obra, Mary Wollstonecraft se convirtió en la mujer más famosa de toda Europa.

 

En la más famosa, pero también en la más observada y cuestionada.

Y los cuestionamientos vinieron por el lado de su vida personal. Primero, porque se enamoró de un individuo inconveniente, que solo le trajo desventura y la condujo al borde del suicidio, personaje cuyo nombre no vale la pena rememorar. Después, porque conoció al filósofo William Godwin, con quien se casó, a pesar de que expresamente se había pronunciado en contra del matrimonio. Y, en tercer lugar, porque sus ideas escandalizaron a Europa y ella terminó convertida, entonces, en un modelo que no debía ser seguido.

 

 

La filosofía de Mary Wollstonecraft está condensada en múltiples frases suyas que hoy la inmortalizan:

“Quiero al hombre como compañero; pero su cetro, real o usurpado, no se extiende hasta mí, a no ser que la razón de un individuo reclame mi homenaje; e incluso entonces la sumisión es a la razón y no al hombre. De hecho, la conducta de un ser responsable debe regularse por las operaciones de su propia razón, si no ¿sobre qué cimientos descansa el trono de Dios?”.

“Hasta ahora, la fuerza brutal ha gobernado el mundo y es evidente, por los filósofos, (..) que la ciencia política se encuentra en su infancia. No proseguiré con este argumento más allá de establecer una inferencia obvia: según la política sana vaya difundiendo la libertad, la humanidad —incluidas las mujeres— se hará más sabia y virtuosa”.

“¿Y por qué no descubren, «cuando están en el apogeo del poder de la belleza», que las tratan como reinas sólo para engañarlas con un falso respeto hasta que renuncien o no asuman sus prerrogativas naturales? Confinadas en jaulas como la raza emplumada, no tienen nada que hacer sino acicalarse el plumaje y pasearse de percha en percha. Es cierto que se les proporciona alimento y ropa sin que se esfuercen o tengan que dar vueltas; pero a cambio entregan salud, libertad y virtud. ¿Dónde se ha encontrado entre la humanidad la suficiente fortaleza mental para renunciar a estas prerrogativas adventicias, alguien que sobresalga de la opinión con la dignidad calmada de la razón y se atreva a sentirse orgullosa de los privilegios inherentes al hombre?”.

“Como desde la infancia se les enseña que la belleza es el cetro de la mujer, la mente se adapta al cuerpo y, vagando por su jaula dorada, solo busca adorar su prisión”.

“Es tiempo de efectuar una revolución en los modales de las mujeres, tiempo de devolverles su dignidad perdida y hacer que, como parte de la especie humana, trabajen para reformar el mundo, mediante su propio cambio”.

“Las mujeres solo deben doblegarse a la autoridad de la razón, en lugar de ser las modestas esclavas de la opinión”.

“El matrimonio nunca se conservará como algo sagrado hasta que las mujeres, al ser criadas con los hombres, estén preparadas para ser sus compañeras en lugar de sus concubinas”.

“Es inútil esperar virtud de las mujeres hasta que sean en cierta medida independientes de los hombres”.

“Las desigualdades entre los hombres y las mujeres son tan arbitrarias como las referidas al rango, la clase o los privilegios; todas aquellas que el racionalismo ilustrado había criticado e identificado”.

“La debilidad, la inocencia que tanto se predica del bello sexo, no es más que una forma cortés e interesada de llamar a la ignorancia”.

“No les deseo que tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”.

“El galardón más sagrado de la sociedad es la amistad”.

“Hagamos a las mujeres criaturas racionales y ciudadanas libres, y rápidamente se volverán buenas esposas y madres, esto es, si los hombres no descuidan los deberes de maridos y padres”.

“Yo sinceramente deseo señalar en qué consiste la verdadera dignidad y la felicidad humana. Deseo persuadir a las mujeres para que se esfuercen en adquirir fortaleza, tanto en su mente como en su cuerpo, y convencerlas de que las frases suaves, la susceptibilidad del corazón, la delicadeza de sentimiento y el refinamiento del gusto son casi sinónimos con epítetos de debilidad, y que esos comportamientos son sólo objeto de lástima”.

“Que mi propio sexo me disculpe si trato a las mujeres como criaturas racionales en vez de hacer gala de sus gracias fascinantes y considerarlas como si se encontraran en un estado de infancia perpetua, incapaces de valerse por sí solas”.

“El uso adecuado de la razón es lo único que nos hace independientes de todo, excepto de la misma razón despejada, a cuyo servicio está la libertad perfecta”.

“Lamento que las mujeres sean sistemáticamente degradadas al recibir las atenciones insignificantes que los hombres consideran varonil otorgar al sexo, cuando en realidad apoyan insultantemente su propia superioridad”.

“El amor, por su propia naturaleza, debe ser transitorio. Buscar un secreto que lo haga constante sería una tarea tan extravagante como la búsqueda de la piedra filosofal o la gran panacea; y su descubrimiento sería igualmente inútil, o más bien pernicioso, para la humanidad”.

 

 

Pocos días después de haber dado a luz a quien habría de ser la autora de Frankenstein —conocida como Mary Shelley, por su apellido de casada—, Mary Wollstonecraft moría. Las complicaciones de su parto fueron la causa de su deceso, acaecido cuando apenas contaba con 38 años de edad.

 

 

 

Mary Wolstonecraft acabó relegada al olvido y en el olvido permaneció durante muchas décadas. Solo en pleno siglo XX, la gran escritora inglesa Virginia Woolf la sacó de allí y volvió a traerla al mundo intelectual, en el cual se le tiene como una de las más importantes mujeres filósofas feministas de la Historia.

 

 

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FOTOGRAFÍAS: (1) Retrato de Mary Wollstonecraft. John Opie (h. 1797). National Portrai Gallery (Galería Nacional de Retratos). Londres.

(2) Retrato de Mary Wollstonecraft. John Opie (h. 1790- 1791). National Portrai Gallery (Galería Nacional de Retratos). Londres.

(3) Placa en memoria de Mary Wollstonecraft en la casa donde vivió. Camden, Londres.

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[CONTINUARÁ. Próxima entrada: EPÍLOGO]

 

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