La Colombia que no sale en la televisión

Nuestro portal inicia este año una grata tarea: la de la recuperación de una muy especial memoria histórica, una memoria  que se hundió en el anonimato y que hoy nada significa para las nuevas generaciones de colombianos.  Pero una memoria que contribuyó -y ha debido seguir contribuyendo- a construir el tejido nacional; que debió haberse utilizado, frente a la niñez y la juventud de la Colombia de hoy, como ejemplo a seguir en aras de edificar el sueño de una sociedad mejor.

En un momento lamentable en el cual la televisión decidió, en aras de captar sintonía y poder hacerse a una buena pauta publicitaria, comenzar de un tiempo acá la más asombrosa exaltación del delito, la violencia y la vulgaridad, so pretexto de “mostrar la realidad nacional”, en medio de la increíble indiferencia del Estado, de la sociedad y, muy especialmente, de nuestro sistema educativo, somos muchos -muchísimos- los colombianos que creemos que ese no es el camino correcto para ninguna sociedad que pretenda cimentar para sus nuevos hijos la ruta hacia el progreso y la esperanza, sino que, por el contrario, lo que debemos exaltar, exaltar siempre y en todo lugar, principalmente ante la conciencia de las nuevas generaciones, es esa otra Colombia de talento y de valores, y de manera particular a esos otros colombianos que, teniéndolo todo en contra, fueron capaces de edificar su grandeza histórica o, al menos, de construir una vida decente y meritoria, alrededor del estudio, del trabajo, del empuje y de una actitud digna y luchadora frente a los embates de la adversidad.

Y es que una cosa es tomar retazos de nuestro entorno triste y de las innegables condiciones socioeconómicas adversas en las que hemos tenido que afrontar nuestro decurso vital como nación -lo cual enriquece la literatura y todas las demás expresiones del talento artístico- y otra cosa, diametralmente distinta -y definitivamente inaceptable- es que las patologías sociales que mantienen enferma a nuestra sociedad sean aprovechadas, sin escrúpulos, con meros fines de explotación económica, de jugoso lucro, sin ningún respeto por el país, pero principalmente por su gente decente, la que trabaja y estudia, la que cada mañana se levanta, no pensando en a quién le va a hacer daño ese día, sino de qué manera conseguirá el pan alrededor del esfuerzo personal, de la honradez,  de la virtud, de eso que antes se llamaba -y tendrá que volverse a llamar- la hombría de bien. El mundo no debe seguir creyendo que este país sólo produce violencia.  En este país nacieron y vivieron hombres y mujeres que bien podrían servir de faro a las juventudes de otras latitudes.

La magia de Internet nos permitirá hacerles saber a nuestros amigos y a nuestras amigas de otras partes que en esta nación estigmatizada también ha habido hombres y mujeres cuyas vidas bien podrían ser llevadas al cine, con la seguridad de que el filme biográfico acerca de sus existencias serviría mejor a la formación de las nuevas generaciones de lo que pueden estarles sirviendo los estereotipos constantemente exhibidos en cartelera.

ESPERE:

La asombrosa, aleccionadora y olvidada historia de un niño paupérrimo, nacido en una choza, hijo de una humilde y anónima lavandera de río, que tuvo que ayudar a su mamá a vender galletas caseras para que pudieran sobrevivir, que aguantó el hambre, que debía caminar kilómetros enteros para llegar a la escuela, a quien su papá no reconoció como hijo y debió llevar siempre tan sólo el apellido materno, y quien, sin embargo, llegó a ser una prominente pluma de la lengua castellana, Miembro de Número de la Academia Colombiana de la Lengua, Miembro Correspondiente de la Real Academia Española, catedrático de la Universidad del Rosario, Ministro de Relaciones Exteriores y Presidente de la República.

 

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