Santander, una tierra y un pueblo excluidos de la historia. Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Santander.

NOTA DEL PORTAL: Por estos días estará cumpliendo 60 años de haber llegado a Bucaramanga —para quedarse por siempre— don José Américo Montanini. Por tal razón, hoy reproducimos la entrada que publicamos el 14 de setiembre de 2013. ¡Bienvenidos!

Cuando se escribe la Historia, hay que tener mucho cuidado en no dejar por fuera a figuras representativas de aquello sobre lo cual se está escribiendo, porque la omisión de un nombre o de un hecho puede dar al traste con el rigor, la seriedad y la respetabilidad misma de la investigación, la monografía o el tratado que se escriba.
Santander no ha tenido suerte en esto. Los santandereanos son siempre excluidos de los relatos y las crónicas acerca de los más diversos temas, a pesar de que cuando se examina el asunto aparecen estas tierras y estos pueblos como, precisamente, los más destacados protagonistas de la historia.
Así, por ejemplo, acerca de la traducción, publicación y divulgación de los Derechos del Hombre se menciona siempre al santafereño don Antonio Nariño, pero jamás al santandereano don Pedro Fermín de Vargas; el general Bolívar, no obstante ser el magnífico y prolífico escritor que fue, nunca escribió un renglón exaltando a los Comuneros santandereanos como los antecesores de la sublevación contra España que condujo a la Guerra de Independencia, ni lo hizo patriota alguno de aquella época, y si no es porque un viajero español, don Manuel Ancízar, llega en 1850 a estas tierras y en el Socorro se entera de lo que por aquí había sucedido en 1781 y lo relata en una obra llamada Peregrinación de Alpha, es probable que nombres como el de José Antonio Galán se hubieran quedado en el olvido; en lo que respecta a la batalla decisiva que posibilitó la Independencia, todo el mundo se explaya en hablar de la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819, pero ni en los textos de Henao y Arrubla, ni en los de nadie, dice -ni por atisbo- que si no es por la Batalla del Pienta, en Charalá / Santander, el 4 de agosto, en la que el pueblo santandereano interceptó a las tropas del coronel Lucas González que iban a reforzar las de José María Barreiro, el triunfo sobre el río Teatinos no hubiese sido para los patriotas, sino para España; se dice y se repite cada año que el Grito de Independencia fue el 20 de julio de 1810 en Santa Fe cuando, en realidad, antes del 20 de julio ya se había dado el Grito de Independencia en Santander, concretamente en el Socorro (10 de julio de 1810), e incluso más antes en Pamplona (4 de julio de 1810); de los libros que han pretendido describir la historia de la música en Colombia han sido dejados por fuera figuras como Pacho Benavides, de Vélez /Santander, Lelio Olarte, de Puente Nacional/Santander, Gustavo Gómez Ardila, de Zapatoca /Santander, Pablus Gallinazo, de Piedecuesta /Santander, Jorge Ariza, de Bolívar /Santander, Los Luceros de Oiba, de Oiba/Santander y, en fin, para no alargarnos más de lo largo que ya está esto, redondeemos diciendo que la historia de la industria nacional se escribe dejando por fuera a Forjas de Colombia y la historia de cualquier cosa siempre se escribe omitiendo a Santander.

Cuando, en cambio, de lo que se trata es de exaltar a algún santandereano destacado -destacado en el mejor sentido de la palabra, por supuesto- se niega su origen santandereano y se insiste en asignárselo a otra región. Así, de José A. Morales se sembró la duda de que no era santandereano, que no había nacido en el Socorro, sino en Tocaima (otros dicen que en Guaduas), y el diario bogotano El Espectador (bogotano hoy en día, porque inicialmente fue antioqueño), en una serie de cuadernillos publicada hace unos años no tuvo óbice alguno para, sin ningún rigor histórico, aseverar tajantemente que el insigne músico era cundinamarqués, de Tocaima / Cundinamarca, afirmación que, por supuesto, se comieron entera sus millones de lectores a lo largo y ancho del país, y -para acabar de completar- el maestro Jaime Rico Salazar en su extensa, documentada, colorida y hermosa obra  La canción colombiana. Su historia, sus compositores y sus mejores intérpretes anotó que “definitivamente” José A. Morales no nació en el Socorro, versiones todas que, afortunadamente, una reciente, documentada, amena y juiciosa investigación de Puno Ardila Amaya ha echado por tierra gracias a que, cédula de ciudadanía en mano, ha demostrado que el estupendo compositor y cantor colombiano sí era santandereano, porque nació en el Socorro / Santander, así como yo nací en Bucaramanga y ustedes, querido lector y querida lectora, nacieron donde nacieron.

Claro que si es al contrario, es decir, si de quien se habla es de algún pícaro redomado o de algún criminal de siete suelas, entonces ahí sí nos lo asignan a dedo con el más grande entusiasmo y sin consultar archivos.  Del asesino autor de la matanza de la pizzería “Pozzetto” en Bogotá, Campo Elías Delgado, se propagó desde el principio que era bumangués y se rememoró, una vez y otra, que el papá del peligroso psicótico incluso se había suicidado en el parque Romero de Bucaramanga.

Pues bien: escribo estas líneas a propósito de un libro que he terminado de leer.  Ocurre que Carolina Jaramillo Seligmann, bajo el título “fútbol (sic) en Colombia”, de Villegas Editores, recopiló la historia del balompié colombiano en un libro de formato cuadrado, lleno de fotografías en blanco y negro y a todo color, que sintetiza el devenir de este popular deporte desde 1924 cuando “Comienza a rodar el balón” con los “Inicios del profesionalismo”, pasando por 1945 “Suramericano de Chile. Primera salida internacional” y mencionando a Alfonso Senior, dirigente deportivo, a Efraín “Caimán Sánchez”, “1948: Primer campeonato. Santa Fe campeón”, “El Dorado (1949-1954)”, “Adolfo Pedernera “El maestro”, “Alfredo Di Stéfano “La saeta rubia”, “Gabriel Ochoa Uribe”, “1960 Primera Copa Libertadores”, hasta llegar a los de ahora, “Francisco Maturana”, “Hernán Darío Gómez”, etcétera.

Pero, como hemos dicho, hay omisiones que resultan inaceptables y que debilitan la fuerza de la credibilidad de cualquier investigación. No sé si porque faltó mayor rigor histórico, o porque en estos libros se zanjan antipatías o se enfatizan simpatías personales o regionales, o porque solamente se hacen para exaltar a ciertos sectores, o porque se trata de libros escritos por encargo, o por qué, pero lo cierto fue que “Fútbol en Colombia” dejó por fuera a uno de los más talentosos jugadores de balompié que han pasado por el fútbol colombiano (para algunos el más talentoso), más exactamente por el equipo Atlético Bucaramanga. Me refiero a don José Américo Montanini o, como le dice la mayoría, Américo Montanini o, como le digo yo, el señor Montanini, en todo caso me refiero, digo, a ese magnífico futbolista llegado de Argentina luego de ser excluido por el River Plate debido a una lesión de columna y quien, enrolado en el Atlético Bucaramanga, llegó a convertirse en el mayor goleador del torneo rentado en 1958, en uno de los mayores goleadores del fútbol profesional colombiano, en “La Bordadora” de la que habló el maestro de la locución deportiva don Carlos Arturo Rueda C., y en el jugador que en la sola tarde del domingo 21 de diciembre de 1958 marcó 5 goles en un mismo partido profesional, concretamente en el partido final entre Atlético Bucaramanga y Deportes Tolima, todo lo cual posibilitó que el equipo de nuestra ciudad quedara ubicado ese año en el 3er puesto del torneo.

Y sea del caso precisar que si al hablar de la discriminación contra Santander menciono el desconocimiento de Montanini, a pesar de haber nacido en Argentina, es no solo porque el extraordinario jugador de fútbol ya es tan santandereano como las obleas de Floridablanca, o las piedras de Villanueva y Barichara, o los chorizos del Valle de San José, o las cocadas de Girón, o el bocadillo de Vélez y Barbosa, o el cacao de San Vicente de Chucurí, o los cafetos de Rionegro, o los hilados de San José de Suaita, que, por cierto, ameritan una historia aparte, (Montanini cumplió este año los 80 de vida y 57 de haber llegado a Bucaramanga para quedarse por siempre, pues llegó en setiembre de 1956, cuando el autor de estas líneas no había cumplido todavía el primer año de existencia) sino porque, además, con ello se contribuye a desconocer lo que fue la presencia del Atlético Bucaramanga en el fútbol nacional.

En fin, todo parece indicar que esperar que a Santander lo reconozcan en la historia nacional como se merece va a ser espera perdida, mientras esa historia la escriban los de otras partes. Más grave aún resulta el panorama, cuando uno observa que ni los mismos santandereanos conocen el sitial de Santander en la historia de Colombia. Ya es hora, por ello, de que los mismos santandereanos escribamos nuestro propio devenir y compremos, leamos y divulguemos las obras que se publiquen en tal sentido, y de esa manera rescatemos del olvido la memoria histórica de esta tierra amnésica.  Nos toca hacerlo, santandereanos y santandereanas, si no queremos terminar permaneciendo en el tiempo únicamente como región geográfica y como agregado heterogéneo de gentes, pero desaparecer como pueblo y como cultura.

Sería muy lamentable que cuando en el futuro le pregunten a un niño santandereano quién fue Severo Hernández conteste que “como que fue un famoso pintor de cuadros al óleo” o que cuando le pregunten a otro niño santandereano quién fue Francisco Durán Naranjo dude si no sería, por casualidad, “un célebre arquero del Real Santander o un destacado puntero derecho del Atlético Bucaramanga”.

 

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2 respuestas a Santander, una tierra y un pueblo excluidos de la historia. Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro Correspondiente de la Academia de Historia de Santander.

  1. Luis Alfredo Acuña S. dijo:

    Gracias Oscar Humberto porque a través de tu escrito no solamente nos das a conocer la historia descollante de Santander en muchas áreas, sino que también sacas de las cenizas del olvido y exaltas a figuras importantes que han hecho la verdadera historia y que merecen un palco de honor. A Montanini gracias por los momentos felices que pasamos viéndote jugar en el estadio, tu extraordinario manejo del balón, tu amor por Bucaramanga y Santander, y el extraordinario caballero que eres.
    Y junto a él no olvidemos a ese otro gran orgullo santandereano German “Cuca” Aceros, como jugador de la selección Colombia ( primera vez que competíamos en un mundial de fútbol), Arica, Chile, 1962, empate 4 a 4 con Rusia. Después de ir perdiendo al minuto 15, 3 por 0, con un tremendo zapatazo “El Cuca” Aceros sorprendió al que era considerado el mejor portero del mundo Lev Yashín, para convertir el primer gol al minuto 21. Iniciando el segundo tiempo vendría otro gol de Rusia para poner las cifras 4 por 1. Pero vendría lo mejor: el gol olímpico de Marcos Coll (único en los mundiales de la FIFA), minuto 68; luego el gol de Toño Rada y el de Marino Klinger.

  2. Héctor Hernández Mateus dijo:

    Ay mi querido Oscar Humberto o …”como el Bolo Criollo de García Rovira”; acertado comentario, ya que Don Américo es patrimonio de Santander; se le valora su calidad como jugador, pero aun más la calidad de Ser, que se aposentó en nuestro departamento.

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