Tres relatos del escritor salvadoreño Óscar Gómez

NOTA PRELIMINAR. El escritor Óscar Humberto Gómez Gómez, de Santa Elena (El Salvador, Centroamérica), homónimo nuestro y quien literariamente firma tan sólo con su primer nombre y uno de sus dos apellidos, es autor del libro Mundos paralelos.  Son suyos los siguientes tres relatos que nuestro portal se permite publicar y en los que se aprecian modismos, leyendas, tradiciones y situaciones de profundo contenido humano y social.

La Seca
Por Oscar Gómez

¡Qué norte tan caliente! Parece que Dios Padre hubiera bajado más el sol para que nos achicharremos.

Yo ya había decidido echarle los novillos al may; pero Bárbara me dice que me espere, que se oye retumbar ahí por Jucuarán, que a lo mejor llueve. Pero que dianches, ya vamos para tres semanas y el cielo está pelado como dientes de difunto.

Las matitas de may parecen pedir clemencia al cielo, están marchitas y consumidas, amarillas y requemadas, y pensar que las aboné el mismísimo día que empezó la canícula. Dicen que es la de Santiago; pero quien sabe, parece que es la de San Pado, porque la verdad estamos hundidos.

Por la noche el fuego es duro, yo me acuesto en pelota sobre el petate, pero ni así siento gusto. Y la Bárbara me dice que no me acerque, porque ya bastante tiene con el calor de su cuerpo panzudo ¡Qué infierno Dios!

Como no hay trabajo, estoy de choto en la casa, de repente llega Nicho, chuleándome, que la Seca Nena me quiere ver. Que desde que el Cheje la dejó me mira con malicia, yo le digo que no sea pajero, que son sacadas de él. No jodás Lico si es de veras; vieras como pregunta por vos.

Y que le hago caso y me voy una noche para su rancho, no hubo que hacer, sucedió todo lo que sucede entre un macho y una hembra rigiosa.

No digo que no me gustó lo que la Seca Nena sabe hacer, pero a los pocos días sentí una cosa feya en el cuerpo y la parte me comenzó a supurar. Me dolía un encaje de la pierna. Me ha salido una seca que me duele hasta para… no le cuento a la Bárbara, porque es bien avispada y no vaya a ser…

Sólo me dice, ignorantemente ¡Qué tiempo más malo! Yo sólo atino a contestarle, sí, “esta seca nos tiene jodidos”.

________________________________________________________________

El Hombre Invisible
Por Oscar Gómez

En el norte de Morazán, hará cosa de cuarenta años, los del pueblo de Sensembra, para ser más exactos, vivieron una situación que no es común: compartieron su existencia con un hombre al que jamás le vieron la cara, ni las manos, es más: ni tan solo un pelo; el hombre era invisible.

Asistía a las actividades sociales del pueblo y solo se veía llegar el sombrero. Cuando se enamoraba de una muchacha era muy celoso, se volvía muy violento y podía atacar a su adversario, donde y cuando fuera, bueno, así era fácil, pues nadie lo podía ver.

Los pobladores platicaban con él, pues era un buen conversador.

Se alejaba por tiempos a cuevas enmontañadas de la región y en cuyo lugar la gente decía ver luces que se movían continuamente durante las noches.

La gente se acostumbró tanto a aquel ser, que no lo consideraban un extraño, sino un miembro más de su familia; por las calles se observaba el sombrero, llevado muy maliciosamente, era un catrín diadeveras .

Un día, el hombre se ausentó del lugar y jamás se le volvió a “ver”; la gente lo extraña desde entonces, por lo menos los que le “conocieron”.

_____________________________________________________________

Zoila Esperanza
Por Oscar Gómez

Zoila Esperanza tiraba juguetona el maicillo a las gallinas. La cipota chuña miraba embelesada también al jolote que garbaba su gorjeo malicioso; el gallo chorompo se engolosinaba con los granos cholotones. Su nana la llamó con fuerza: -¡a qué horas vas a venir a lavar los tarantines! La Migaja, como también le decía la Laura, salió corriendo pal tapexco, donde el jabón y el mascón la esperaban. Su vestido lleno de mugre se mecía en su cuerpo menudo de siete años.

Lavaba y miraba, lavaba y miraba sus aves pleitistas. De pronto se quedó extasiada escuchando la radio, coronarían a la Reina del Carnaval, por la noche sería la gran parranda. Su majestad dejaba salir una melodiosa voz por las bocinas del radio. La Zoila Esperanza se quedó muda, oyendo atenta a la reina, se la imaginaba anaranjadita como mango chapudo, bonita, chula.

Las reinas han de tener muchos platos, muchas gallinas y bastantes palos de anona, pensaba.

-¡Apurate babosa, que tenés que ir a clases!

La niña salió feliz camino a la escuela, soñaba con la Reina del Carnaval. Su tata la encontró, le dio una cora, venía clareado, sus enormes ojeras lo delataban, era vigilante de un negocio en la ciudad.

Una mañana en que la cipota lo esperaba ansiosa, pues necesitaba pisto para comprar un cuaderno doblerraya, sucedió algo inesperado.
– Mama, a que horas va a venir mi papa?
– Esperalo, ya va a aparecer por ahí.

En vez de su tata apareció el Güicho, su compañero de trabajo. “Habrá agarrado la zumba otra vez, ese condenado”, dijo para sí la Laura.

El Güicho se sentó sudoroso en un zancudo, venía pálido, no quería hablar, sentía que las palabras se le trababan en la garganta. Al fin hilvanó unos sonidos trémulos: – Vengo a darles una noticia muy grave. La mujer sintió un profundo estremecimiento: – ¡Anoche asaltaron el almacén y mataron a Mino!

La borracha trastabillaba sobre sus piernas temblorosas, caminaba y se caía, caminaba y se caía. La adolescente la jalaba, arrastrándola sobre la vereda pedrusca.

-¡ Púrese mama, ya viene esa tormenta! La levantó con todas las fuerzas que pudo reunir y le echó el brazo izquierdo sobre su hombro y continuó arrastrándola loma arriba. Cuando llegó a su rancho la logró acostar sobre el camastrón desvencijado, ella pujó borracha de tanta pena, el petate que sólo era juracos, la recibió cariñoso. La dejó ahí como difunta, hablaba incoherencias, deliraba. La Zoila Esperanza de Paz cogió el cántaro y corrió al río a traer un viaje de agua, lo llenaba lentamente, ensimismada. De repente sintió un vientecito tibio soplando su oreja, luego una hermosa flor morada cayó sobre su cabeza, sintió menear ramas, tirar piedrecillas blancas que hacían ¡plucush! sobre el ojo de agua. Tuvo escalofríos y apresuró el paso de regreso a su rancho.

Frió un par de huevos que comió despacito, desganada.

Su mama dormía borracha, quizá pa´ engañar la desventura.

La noche llegaba con yelito. La muchacha se dispuso a dormir, talvez serían las seis de la tarde; pero debía madrugar a cortar caña a la Hacienda de Don Ciro. Apenas durmió, viajó por paraísos vírgenes, su cuerpo en una carroza real, sus súbditos marchaban con solemnidad marcial.

Luces, música, una gran orquesta tocando para ella, las estrellas se escondían para no opacar su belleza. Cien tambores redoblaban en su honor, fue cargada en brazos hasta la tarima, donde el señor Presidente le imponía la corona, le entregaba el cetro. Un brillante vestido retocaba su exquisita figura. Toda ella era un ángel. Los cohetes disparados con energía pintaban su nombre en el cielo, Zoila Esperanza de Paz. Todos vitoreaban: -¡Zoila, Zoila, Zoila! ¡Levantate Zoila, tenés que ocuparte, hay un cliente esperando por vos!
– ¿Qué pasa, qué pasa?
– ¡Aquí la que no trabaja no se harta!

La muchacha se levantó y quedó perpleja mirando las cuatro paredes verdes del cuartucho. Fotos de mujeres desnudas y hombres musculosos. Cubrió su rostro con las manos y se frotó los ojos. Las lágrimas volvieron a parecer en sus mejillas mustias, repletas de sueño y llanto. Por la puerta apareció un hombre mayor, sumamente borracho. Lanzó improperios a la mujer. Zoila Esperanza no quería hacerlo esta vez, se sentía muy dolida, no alcanzaba a comprender cómo su vida había dado un vuelco en poco tiempo. El hombre le pareció harto vulgar, como tantos en el mundo.
– ¡Mirá, puta, si no lo hacés conmigo te mato!
El hombre se colocó en medio de la puerta, sacó un revólver, apuntó a la cabeza de Zoila. Ella sintió que toda la sangre se le reunía en la sien y retó al visitante.
– ¡Matame maldito, yo ya no quiero vivir!
– ¿Crees que es a la primera que mato? No muchacha, ahí nomasito, hará cosa de diez años, asalté el almacén de enfrente, el vigilante se puso al brinco y le descargué la pistola.

Zoila Esperanza de Paz sintió un profundo escalofrío, una corriente eléctrica le subió desde los talones hasta detenerse en la cabeza. Sintió cómo sus orejas se calentaban y sus ojos se ponían rojos como brasas. Lo comprendió todo, su profunda cólera se transformó en odio. Lo miró directamente a la cara . Su instinto no le había fallado.
– ¡Maldito, vos arruinaste mi vida!
Y con desesperación se lanzó sobre el hombre, que seguía clavado bajo el dintel de la puerta, forcejearon, luego un disparo, a continuación otro. Zoila Esperanza sintió un pinchazo en el abdomen. Era como un alfiler clavado en su carne, la banda de reina era colocada por el señor Presidente. Perdón, dijo éste, apenado.

Luego oyó altavoces, aplausos, cohetes que se perdían en lo profundo de la noche. Escuchaba su voz en la radio, se sentía feliz de ser la Reina del Carnaval. Pero su voz cada vez sonaba más lejana, más lejana. Vio una luz, pensó que debían ser los juegos pirotécnicos que se prendían en su honor. Observó a su padre entre la multitud, venía a encontrarla, estaba feliz. Ella le sonrió y se fundieron en un abrazo infinito, mientras la multitud ya lejana, seguía gritando: Zoila Esperanza de Paz, Reina del Carnaval. Su padre la tomó de la mano y sintió la seguridad paterna que durante tanto tiempo había extrañado, caminaron juntos, parecía que flotaban… sonreían.

¡Gracias por compartirla!
Esta entrada fue publicada en La pluma ajena. Guarda el enlace permanente.

6 respuestas a Tres relatos del escritor salvadoreño Óscar Gómez

  1. Mayra Melisa Gómez Lozano dijo:

    Qué humanas las historias de este narrador; estudio quinto grado y soy una admiradora de don Oscar Gómez; es un gran escritor, cantante, profesor y director. Saludos.

  2. Oscar Gómez dijo:

    Gracias por tu infinito humanismo, Oscar Humberto Gómez Gómez, gracias por difundir entre tus lectores parte de mi trabajo literario. Siempre te he admirado por tu capacidad creativa y tu versatilidad, eres un símbolo de nuestra latinoamérica. Creo que compartimos muchas cosas: el amor a nuestra herencia cultural, incrustada en las expresiones del arte, en lo musical, poético, literario e histórico.
    Pronto estarán disponibles otros cuentos de mi obra: “Mundos Paralelos” o de mis otros trabajos literarios.
    Un abrazo para ti, homónimo mío, y que el año nuevo traiga luz y esperanza para Colombia, y El Salvador, y el mundo entero.
    Gracias a los comentarios de los lectores, también a ustedes bendiciones.
    Oscar Gómez

    • OscarHbto dijo:

      Los mismos deseos para ti, Óscar, para tu familia, tus amigos y para todo el pueblo salvadoreño. Un cordial saludo de Navidad y fin de año desde Colombia.

  3. FERNANDO PUYANA VILLAMIZAR dijo:

    Me recuerda a un escritor de Guatemala, quien escribió Delito y ejecución de una gallina, centroamericano muy nombrado…pero no tengo tiempo para investigar su nombre. Entretenido y bueno para estimular la imaginación del lector sin ser de común entendimiento. Muchos términos regionalistas, pero agradable. Gracias, Oscar.

    • OscarHbto dijo:

      Te estás refiriendo, mi apreciado Fernando, al escritor guatemalteco Manuel José Arce, autor de la obra Delito, condena y ejecución de una gallina, y quien murió exiliado en Francia en 1985, a los 50 años de edad.
      Un abrazo.

  4. Sir Lancelot du Lac dijo:

    Excelentes escritos. Por el lenguaje coloquial centroamericano que utilizan se salen de lo que estoy acostumbrado a leer, pero ello no les resta en lo absoluto a su calidad literaria; al contrario, me parece que los enriquece.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *